Blessed Rutilio Grande Article, In English and Spanish

On January 22nd, one of my favorite holy people was beatified in San Salvador, El Salvador. Blessed Rutilio Grande was a brilliant pastoral minister and fearless advocate for his people. He was assassinated by a death squad in 1977. Many people know the story of his heroic work and his friendship with St. Óscar Romero, but fewer know about his struggles with his mental health and the tender and compassionate medical and community care he received. I share his story in the devotional No Unlikely Saints: A Mental Health Pilgrimage with Sacred Company, and, to celebrate his beatification, I wrote an article about him for America Magazine.

It was the honor of my life to discover that Blessed Rutilio’s niece, Ana Grande, had read the article and translated it into Spanish so that she could share it with her family in El Salvador. She so graciously sent me the translation so that I might share it with you.

Padre Rutilio Grande: ¿el (futuro) santo patrón de romper el estigma de la salud mental?

Rutilio Grande, S.J. quien será beatificado el 22 de enero, era un sacerdote comprometido y con grandes dones pastorales. Particularmente es evidente en sus esfuerzos por empoderar a los laicos, dándole vida al espíritu del Concilio Vaticano II, así como la Conferencia Episcopal Latinoamericana en Medellín, Colombia, en El Salvador durante el período previo a la guerra civil.

No contento con imponer soluciones desde arriba, el Padre Grande se comprometió con lo que el Papa Francisco más tarde llamaría “la cultura del encuentro”. Debido a sus esfuerzos por aumentar la conciencia de los pobres y abogar por la reforma agraria, el Padre Tilo (como lo llamaban) y dos feligreses fueron asesinados a tiros en 1977, menos de un mes después de que el entonces Arzobispo Óscar Romero asumiera su cargo en San Salvador. El asesinato del Padre Grande tuvo un profundo efecto en el arzobispo Romero, quien pasó el resto de su vida hablando audaz y proféticamente contra la opresión hasta que también él fue asesinado.

El trabajo del Padre Grande fue posible gracias a la atención y el tratamiento que recibió por sus problemas de salud mental. Aunque es una parte menos conocida de su biografía, esto es muy relevante en una época en la que tantos luchan con su salud mental. Según la Alianza Nacional sobre Enfermedades Mentales, uno de cada cinco estadounidenses sufre de una enfermedad mental anualmente. A pesar del gran alcance de esta crisis, que se ha visto exacerbada por la pandemia de Covid-19, existe un estigma significativo en torno a la atención de la salud mental, particularmente en la iglesia.

Nuestros últimos tres papas han hablado con frecuencia sobre la dignidad de quienes luchan con problemas de salud mental, incluidas la depresión y la adicción, y el Papa Francisco ha hablado positivamente sobre su propia experiencia con un psicoanalista. Pero esa actitud de atención compasiva ha tardado en llegar a las parroquias, donde todavía puede existir la tentación de descartar o espiritualizar en exceso los problemas de salud mental de manera implícita o explícitamente desaliente la atención médica. El Padre Rutilio Grande es justo el intercesor que necesitamos mientras buscamos cerrar la brecha entre la hermosa teoría de la enseñanza de la iglesia sobre el cuidado de la salud mental y su práctica real.

La biografía del Padre Grande, escrita por el historiador jesuita Rodolfo Cardenal, describe en detalle sus dos principales crisis de salud mental durante su tiempo en la formación jesuita, que cobran vida en cartas y documentos de los archivos de la Provincia Centroamericana de los jesuitas. La primera crisis ocurrió mientras enseñaba en un colegio jesuita en Panamá. Estaba abrumado por el estrés de su carga de trabajo, primero parecía pasivo y luego hablaba de manera ininteligible. Fue ingresado en una clínica, donde le diagnosticaron esquizofrenia catatónica, recibió tratamiento y se recuperó. Conscientes de su frágil salud, la comunidad jesuita lo envió a recuperarse a El Salvador, y luego sus superiores tuvieron cuidado de tomar en cuenta sus necesidades al hacer sus asignaciones. (Por ejemplo, le fue mejor en comunidades jesuitas más pequeñas que en grandes). Los archivos indican que se le dio más tiempo para completar su formación, y el superior viceprovincial insistió en que se le diera un huevo para el desayuno todos los días y que se le diera acceso a la cocina a todas horas para recuperar su fuerza física. Continuó viendo a psiquiatras y recibiendo atención médica según lo dispuesto por sus hermanos jesuitas, quienes estaban encantados con su recuperación. 

Aunque varias cartas privadas escritas por compañeros jesuitas (conservadas en los archivos) atestiguan que algunos de ellos dudaban de que Grande tuviera la capacidad para completar su formación, nadie le dijo que no era apto para ser jesuita. De hecho, en su cuidado por el Padre Grande, la comunidad jesuita encarnó maravillosamente el principio ignaciano de cura personalis, o cuidado de la persona en su totalidad. Respetaron su dignidad trabajando para satisfacer sus necesidades mentales, físicas y espirituales.

La segunda crisis vino antes de la ordenación sacerdotal del padre Grande, cuando lo atormentaba la escrupulosidad: le preocupaba que sus dudas sobre su vocación lo habían hecho indigno de ser sacerdote. Aunque sus superiores lo tranquilizaron, este temor se apoderó del Padre Grande durante algún tiempo, hasta que comenzó a entender sus problemas de salud mental como su cruz personal y pasó a un lugar de aceptación. Esa aceptación de sí mismo le dio la libertad de dar un paso de todo corazón en su trabajo pastoral y, finalmente, dar su vida por su pueblo.

El tratamiento médico y atención comunitaria brindada al Padre Grande lo restauraron y capacitaron para su gran obra pastoral. ¡Cuán empobrecida hubiera estado la iglesia sin su poderoso testimonio! Pero la iglesia todavía tiene mucho trabajo por hacer para seguir los pasos de los jesuitas de El Salvador que cuidaron del Padre Grande. A pesar de la misericordiosa enseñanza de la iglesia sobre el cuidado de la salud mental, a las personas que luchan contra la depresión, la ansiedad o cualquier otro problema de salud mental se les sigue dando el mensaje de que sus condiciones son vergonzosas, que deberían rezar con fervor, o que la terapia y la medicación son pecaminosas. Imagínese los santos que podrían haber sido, si no se les hubiera hecho sentir indignos o rechazados en la iglesia.

A medida que trabajamos hacia una iglesia más informada, inclusiva y compasiva, Rutilio Grande es un santo perfecto para nosotros, dándonos un poderoso recordatorio de que las preocupaciones por la salud mental no son una descalificación de la santidad, de una vocación satisfactoria o de una vida vivida profundamente en de la misericordia y compasión de Dios. Todos nosotros estamos llamados a la comunión con Dios. Que nos comprometamos a construir una iglesia que nos permita a todos decir sí.

—Translated by Ana Grande

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